El recorrido por los pueblos del sur de Sonora
A manera de introducción:
La realización de un viaje de estudios por parte de
la materia de Métodos Cualitativos, generó una investigación y con ello una
serie de actividades que se enfocaban en la búsqueda de información sobre los
pueblos a visitar.
San Ignacio Río Muerto, Pueblo Yaqui y el Campo 28
(en ese orden) fueron las comunidades visitadas.
La actividad consistió meramente en observación y
dicha observación nos iba a llevar hacía los elementos informantes, los cuales
nos arrojarían información para dar un balance general sobre cada una de las
comunidades.
La actividad duró alrededor de doce horas, partiendo
de las 7am y regresando más o menos a esa misma hora pero de la tarde (7:00pm).
La estadística del viaje fue elaborada por el profesor, los alumnos nos
adecuamos a ella por medio de parejas; así que para la llegada a cada pueblo
estar preparados para la realización de la observación general.
Tenemos que para este viaje me tocó participar junto
con la compañera Jeniffer Galindo. El profesor nos otorgó un determinado tiempo
para la observación en cada uno de los lugares, nuestras herramienta fue la
entrevista; nos basamos en los trabajos y lecturas presentados en clase, dado
que estos daban pie a un acercamiento a lo general.
San Ignacio Río
Muerto, fue la primera comunidad que visitamos.
Para mí fue
una buena experiencia en cuanto al acercamiento, mi trabajo fue de ir a buscar
los orígenes del pueblo y la forma en la que viven las personas, tradiciones, costumbres
y demás, noté que el espacio era distinto al que estaba acostumbrado, aunque
era una comunidad en la que se desarrollan actividades agrícolas, se miraba que
era una comunidad muy grande y que el ejido (en especial esta institución)
estaba muy bien consolidado y con mayor poder que el ejido de la región serrana
colindante a Chihuahua.
Conocía San Ignacio con anterioridad, pero como
todos esos pueblos del sur del Estado de Sonora, solo los conocía de pasa, pero
nunca a detalle, también sabía que las actividades agrícolas eran el fuerte en
esa región, pero no tenía idea de que corriera tanto dinero.
Sabía de viva voz de ejidatarios de las comunidades
de Bacanora, Sahuaripa, Arivechi, Tarachi y Bámori que el ejido del sur de
Sonora era muy fuerte, que los apoyos de programas nacionales estaban enfocados
a lo agrícola, y que las grandes extensiones de agostaderos no compiten (en
cuanto a la ganancia por hectárea) con esas hectáreas para agricultura
comercial.
Tenía conocimientos previos a la visita a San
Ignacio, al menos en cuanto a cómo se desarrollan las actividades ejidales, en
cuanto a los apoyos en los programas (70-30 y 90-10, programas de apoyo federal
para ejidatarios) y el rumbo que toman los ejidos en la región sur del Estado;
lo que no sabía eran los detalles; detalles en la forma de vivir de las
personas de dicha comunidad, en la manera en la que se ve el pueblo
recorriéndolo por sus calles…
Al descender de la unidad que nos transportaba y
entrar en contacto con el pueblo, llevaba en mente ir a los lugares en donde
estuviese el común. Era de mañana, y aunque la comunidad es grande y tiene un
gran número de habitantes, no se miraba muy concurrida.
Mi punto clave era ir al palacio ejidal, para
obtener la información referente a la comunidad, esto al menos concerniente a su origen agrario; paseando y
deambulando por aquí por allá me la llevé y siguiendo la pista de lo que eran
señales ambiguas, llegué primeramente a la iglesia católica del pueblo, por
suerte mía encontré a dos señoras (nunca falta la señora que rezadora o la que
vive en la morada del señor), que para mí infortunio que desde un principio se
mostraron con la negativa y el desinterés de no participar en mi proyecto,
diciendo que no sabían nada. Mucho se podría decir de este primer paso, la
calamidad y adversidad venían de la mano, pero no me iba a ir en vano de esa
iglesia y por gracia del señor (o porque dije que era de Arivechi) doña Martha
Ruiz (una señora que tiene más de 60 años viviendo en San Ignacio) accedió a
platicar un rato conmigo.
Doña Martha no era oriunda de San Ignacio (había
nacido en Álamos), pero tenía viviendo en el lugar más de 60 años. La
conversación con este personaje fue breve, pero fue en la brevedad en la que
encontré la opinión de alguien que va de la mano con los cambios que el tiempo
(y la mano del hombre) ha realizado en el lugar.
Comenta Doña Martha que ella casi no sale, que tiene
a sus hijos fuera y que le ayudan con lo que pueden. Nos dice que la comunidad
de San Ignacio a cambiando mucho, en aspecto de población y que se “a llenado
de gente del sur” que busca trabajo y que les gusta el lugar y se quedan,
aunque no en mayoría, pues nos dice que son por temporada.
Al comentarle sobre los problemas que se tienen, nos
dice que si se ve inseguridad (al menos ella lo siente así), menciona que casi
no sale a la calle porque “pasan los carros volando”.
“Era un pueblito chico, apenas ahora se esta
poniendo grande” dice Doña Martha, y es que a ella le toco la migración de
personas, llegadas para el reparto de solares. Nos comenta que antes sembraban
mucho las tierras, pero que ahora solo las rentan a los ricos.
La ganadería no se da en el lugar, no de manera intensiva,
se da en pequeños lugares cerrados y en algunas partes alejadas de los terrenos
dedicados a la agricultura.
San Ignacio Río Muerto es un lugar vasto, con
múltiples terrenos dedicados a la agricultura, es esta práctica la realizada en
su mayoría por sus habitantes.
En cuanto a lo referente al reparto agrario tuve la
oportunidad de entrevistarme en el palacio municipal con el secretario del
Ejido, hablamos entre otras cosas la fundación del reparto, y que estaba
manchado con la muerte de 7 personas (entre ellas dos de sus hermanos), la
invasión de un predio provocó la movilización de elementos federales y del
ejército y el enfrentamiento se dio dejando ese trágico momento en sus mentes.
Las personas encargadas del ejido nos dieron una
panorámica más representativa en cuanto a la economía del municipio, la
agricultura es fundamental (se siembra trigo, cártamo, sorgo, etc.), pero es
costoso trabajar las tierras y competir con el mercado.
Existe un porcentaje muy alto de ejidatarios que no
siembran sus tierras, por el hecho de que no representa una ganancia segura,
así que optan por rentar o vender sus tierras, a lo que el secretario del ejido
dice que “es una de las plagas más peligrosas que no se han podido erradicar”.
Lo curioso de los terrenos de San Ignacio es que no están
divididos por cercos, las delimitaciones de están marcadas por los trazos de
bordos que se hacen al medir o al desmontar un área. Es visible que por el
camino de terracería se vean partes que aún no han sido desmontadas, parece mínimo
el porcentaje de estas zonas sin desmonte, pero también son estas pequeñas áreas
o franjas con palo verde y mezquite las que ayudan a la retención de tierras.
Me fui de San Ignacio Río Muerto con muchos
elementos por tratar, para mi es el espacio que menos me presento problemas
para desarrollarlo.
Pueblo Yaqui: “Quítate que ahí te
voy.”
Al llegar a Pueblo Yaqui la impresión fue muy
distinta a la que lleve con anterioridad en San Ignacio; aunque San Ignacio era
grande, Pueblo Yaqui era más concurrido, un pueblo urbanizado, con todos los
servicios, tiendas departamentales, boutiques, gimnasios, bares (sobre todo
bares), de todo un mucho.
Encontraba en Pueblo Yaqui un Capitalismo Brutal, no
era Salvaje (Sí, es justo y necesario citar al Dr. Leopoldo
Eduardo García Ortega), era
Salvajísimo, un capitalismo “quítate que ahí te voy”.
Mi primera impresión del lugar se mantuvo, y se comprobó
poco a poco ese estado de capitalismo; lo chistoso para mi es que Pueblo Yaqui
tiene todo para caer en la categoría de municipio y no dudaría que existan
también estos intereses en los empresarios agrarios del lugar.
Las primeras horas en Pueblo Yaqui las dedicamos (el
resto de mis compañeros y yo) a comer y a deambular por los caminos, algunos comían
en el camión y otros derrochaban en cada comunidad visitada.
En Pueblo Yaqui me fue casi imposible llegar a los
lugares para buscar la información, era tarde y las oficinas de gobierno (en su
mayoría) ya andaban cerrando o estaban cerradas.
Quise proceder igual que en San Ignacio, llegar a
los lugares concurridos, buscar un foco de personas (parques, iglesia, palacio
ejidal) y entrar a preguntar sobre la vida en la comunidad. Para mi triste
suerte el palacio ejidal estaba cerrado y la iglesia por las mismas, bajo señas
de una señora dueña de un puesto de abarrotes me dirigí a la comisaría del
lugar, esperanzado en encontrar a alguna persona que pudiese dar razón sobre el
pueblo.
Llegué al edificio de la comisaría nos atendió el
comisario y nos comenzó a hablar sobre el uso del suelo, sobre las empresas con
las cuales ellos comercializan sus productos.
Al preguntarle sobre si en Pueblo Yaqui se daba el
arrendamiento de terrenos nos dijo que “desgraciadamente ese era un mal que no
se podía combatir”, era un porcentaje muy alto de ejidatarios que optaban por
esta opción, la cual es muy cómoda o en palabras del comisario, “es una opción
por la cual optan muchos dado que los costos de producción son muy elevados”.
El Capitalismo se da y se da con fuerza, las hectáreas
de renta se tienen muy bien manejadas, y a los empresarios, que juegan un papel
de latifundistas acaparan los terrenos, al tener un mayor número de hectáreas, manejan
y controlan los precios de distintos productos, el grano, los fertilizantes y
hasta el uso del agua.
Al tener acaparado un gran número de hectáreas
tienen un mayor número en utilidades, consiguen mejores precios al mayoreo en
insumos, etc.
La rentabilidad del espacio se da mediante trato
directo, y se tienen manejados los precios por hectárea de renta, un ejidatario
promedio puede obtener 100 mil pesos libres anualmente, cosa que no podría conseguir
(quizás sí, quizás no) si se pusiere a cultivar sus tierras.
Pueblo Yaqui es una comunidad grande, con mucho tráfico
de dinero, un lugar en el que el comercio y la agricultura van ligadas para
formar un solo.
Me fui de Pueblo Yaqui entre una nube de polvo de
sus calles y con vista rumbo al Campo 28.
Campo 28: En los ojos de San Isidro
Llegamos al Campo 28, el último lugar en el itinerario
del día, la investigación resultó un poco quebrada, era tarde y la gente aún
estaba en las parcelas, unos cuantos se encontraban el lugar, la primera vista
del Campo eran una serie de construcciones modernas, pero resaltaban en el
lugar dos casas antiguas, un viejo almacén y una serie de máquinas para el uso agrícola
(trigadoras y tractores), con la antigüedad acuestas.
El lugar es pequeño, pero me gusta la tranquilidad,
se respira un ambiente diferente a los experimentados en San Ignacio Río Muerto
y Pueblo Yaqui.
Algunas personas están fuera de sus casas, en los
portales; en los corrales tienen gallinas y cochis. La panorámica es esplendida,
parecida a una de esas “pequeñas” utopías formadas allá en lo alto de la sierra
sonorense (El Charco Puerco, Los Melones, y porque no, El Real Viejo del Dr.
Samuel Ocaña).
La información sobre el Campo 28 llego poco a poco,
las personas se preguntaban (quizás) quienes eran esos extraños y porque estábamos
ahí. Fue así como entable comunicación con un señor, dueño de una tienda de
abarrotes.
Me comentaba el señor, que el terreno del campo 28
era de Guillermo Parada Laborin, y que se había expropiado en 1934, respetándose
4 hectáreas, las cuales respetaban las construcciones antiguas del lugar (las
casas y el almacén), se dio un reparto agrario, pero me mencionaba que en el Campo
28 no hay ejidatarios.
El Campo 28 cuenta con educación básica (kínder y
primaria), no cuenta con festejos tradicionales, pues las festividades las van a celebrar al
Campo 30 y a Pueblo Yaqui, sin embargo a mediados de mayo se le ofrece un rosario
a San Isidro, el santo de dicho campo.
Casi para finalizar mi transcurso en el Campo 28, me
topé con dos muchachas que se dirigieron a mí, (una de ellas con ascendencia Pima),
esta vez yo el entrevistado.
Al llegar conmigo, me preguntaron que sí que andábamos
haciendo en el lugar, yo le comente que un trabajo de investigación para una
materia de la Universidad de Sonora.
Una conversación muy corta, ellas se dirigían a sus
casas y yo ya iba rumbo al camión que me traería de regreso, en el trayecto de
lo que era el centro de la comunidad a su casa, hablamos alrededor de 2 minutos,
jugamos un papel de pregúntame y te pregunto.
Me platicaron sobre el uso del suelo y que por lo
general es el trigo el elemento principal para la siembra. En ese momento de la
conversación, ellas señalaron las tierras y me indicaron que se encontraban
aradas para dicho cultivo, se siembra en noviembre y se levanta en los últimos
de mayo, primeros de junio.
Estas muchachas me comentaron que las personas se
dedican a trabajar en los campos, que muy temprano llega un camión por las
personas del pueblo para irse a trabajar.
Me hablaron de igual forma de que en ocasiones van
al campo brigadas de cursos, sobre manualidades y belleza; que de hecho era ese
el motivo por el cual se habían acercado a mí, pensaron que era una de esas
personas que imparte o que lleva información sobre dichos talleres.
Finalizaron las labores de investigación en el Valle
del Yaqui, la noche nos tomó por sorpresa y nos dirigimos rumbo al norte,
salimos del Campo 28 y quedó atrás el recuerdo de un día largo que no solo nos
sacó del sedentarismo que trae consigo la rutina de la ciudad, sino que nos dejó
(al menos en lo personal) con una excelente y muy buena experiencia.
Sobre las problemáticas
para estudio:
Aquí en estos campos hay muchos elementos para un
buen estudio, cualitativo o cuantitativo.
Estaría bueno ir hacía los porcentajes de personas
que van llegando a estas comunidades, también estudiar el ejido, sus
ejidatarios, los porcentajes de producción anual a través del tiempo.
Los problemas sociales enfocados al crecimiento
poblacional, la inseguridad, drogadicción, etc.
La migración pudiese ser un buen estudio, porque
este elemento lo vemos en común con las comunidades visitadas, dado que existen
fuentes de empleo que la desarrollan año con año, creo que es un elemento
cambiante y que va en asenso.